domingo, 20 de mayo de 2012

Un medio de auto-expresión (N. J. Habraken)

"Los habitantes de una ciudad de alojamiento de masas no pueden poseer su ciudad. Permanecen alojados en un rededor que no es parte de sí mismos. Para identificarse con tal rededor tendrían que cambiar; no existe otra manera. Por eso se dice a veces que los habitantes "tienen que hacerse a ello". Tal afirmación es justamente lo opuesto de la intención de todo alojamientos. [...] La cuestión es si tenemos que adaptarnos con dificultad a lo que ha sido producido con una dificultad aún mayor o, por el contrario, si llegaremos a hacer algo que, desde su origen, forme parte de nosotros mismos, para bien o para mal. Así que lo que hoy se da no es más que la producción de cuarteles perfeccionados. El concepto de vivienda para pobres ha salido del slum, ha sido provisto de alcantarillado, de aire y luz y puesto a la vista. Por importante que sea el que el alcantarillado, la luz y el aire sean accesibles a todos, el hecho es que sólo les fueron concedidos en una situación gigantesca de acuartelamiento. La única manera que le queda a la población de dejar su impronta en las inmensas formaciones de bloques de viviendas varados alrededor del centro de nuestras ciudades es el arruinarlos. La destrucción como único escape. 

Las iniciativas [...] siempre han entrado en operación cuando habitantes y vivienda han tomado contacto. Las viejas casas legadas por nuestros antepasados son prueba de ello. Cada generación, cada ocupante, cambió aquello con que se encontró. [...] Estas alteraciones no siempre fueron hechas con un propósito funcional. Lo fueron para ponerse de acuerdo con los tiempos o porque las ideas sobre la manera de vivir cambiaron, porque no podía uno identificarse con lo recibido o porque ello era de otra generación diferente. El ocupante raramente estaría interesado en valores estéticos, y, de cualquier forma, tales consideraciones cambiarían tanto como la casa misma. Pero lo que la casa le suponía era un medio importante de ilustrar su posición en la vida. Era su expresión social, la manera de establecer su ego. Para ello era necesario que el ocupante poseyera la vivienda en el sentido más amplio de la palabra. Si llevaba a cabo cambios no era con el fin de preservar el edificio, sino porque no podía tirar la casa abajo y empezar de nuevo. El ocupante no tenía ningún interés por la apariencia original de la casa en que, en ese momento, le había tocado vivir. Sólo se preguntaba si el aspecto total correspondía con su idea del que una casa debería tener, y si no ocurría así, trataba de conseguir que así fuera."

Habraken, N. J. (1962) Soportes: una alternativa al alojamiento de masas. pp 34,35. Alberto Corazón Editor, Madrid.

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